Por Juan López Bauzá

Uno de los azotes más nocivos y torcidos del colonialismo que hemos vivido los puertorriqueños en años recientes nos ha llegado no de la derecha recalcitrante, como hubiéramos pensado, sino de la izquierda fundamentalista; no impuesto desde afuera por el colono, sino metido desde adentro por el colonizado, traído por ese renglón de la sociedad en el que siempre hemos confiado para guiarnos por los caminos de la razón, el sentido correcto y la descolonización.
Al renglón de la sociedad que me refiero es al académico, y al azote colonialista que me refiero es al «critical race theory», la corriente de concienciación (wake/woke) sobre el grave problema racial de los Estados Unidos. Por los pasados años, un grupo de académicos adscritos como a un dogma de fe a esta teoría, ignorando por completo la historia racial puertorriqueña, a sabiendas o no, ha pretendido extrapolar a Puerto Rico, país mestizo, sin ningún tipo de ajuste o adaptación, los problemas raciales de Estados Unidos, país racialmente segregado en su mayoría. Estos académicos puertorriqueños han pretendido pasarnos como problemas fundamentales de la sociedad puertorriqueña el racismo sistémico, el patriarcado y el privilegio blanco, que ciertamente nos afectan, pero mucho más desde la perspectiva de nuestra relación colonial y de sumisión política con los Estados Unidos, siendo éstos en realidad problemas internos fundamentales del país que nos tiene colonizados y pisoteados.
Es decir, el racismo sistémico, el patriarcado y el privilegio blanco existen en Puerto Rico, pero aplicados desde la Metrópolis hacia abajo a todos los puertorriqueños por igual. Esto, por supuesto, no significa que Puerto Rico esté exento de expresiones o actitudes racistas por parte de algunos individuos, pero estamos hablando de expresiones individuales, no de expresiones sistémicas. Todavía en nuestro país quedan resabios del racismo de antaño, en su mayoría metidos en formas de expresarnos que deben erradicarse, así como en actitudes racistas de individuos heredadas del pasado o adoptadas de los discursos raciales que nos llegan desde Estados Unidos y que deben combatirse sin duda. Pero decir que hay un sistema racista en Puerto Rico como ocurre allá, que han penetrado todos los estamentos de nuestra sociedad, con grupos organizados o voluntad colectiva del sector blanco para marginar al sector negro, es puro coloniaje, parte del proceso de los colonizados por imitar los problemas internos de los colonizadores, aún los malos. Si en Puerto Rico existen estos grupos, yo quisiera que alguien identifique cuáles son, quiénes pertenecen a ellos, como funcionan, y los denuncien a las autoridades.
Para que exista un sistema tiene que haber voluntad y organización, no puede ser meramente un evento psicológico del inconsciente colectivo, argumento que presume que todos los boricuas somos idiotas. En un país donde el 95% de la población, en mayor o menor grado, es afrodescendiente, donde no todos los de piel blanca son privilegiados ni los de piel oscura son todos oprimidos, pretender establecer el critical race theory como plataforma válida de discusión no es más que oportunismo mediático y económico de personas profundamente desafectas de nuestra historia racial, que es única en el Caribe.
Los académicos de esta corriente ideológica en Puerto Rico le han hecho un flaco servicio a la juventud que pasa por sus aulas, sembrando de nuevo en sus mentes la división racial en una sociedad cuya propia mezcolanza de cinco siglos, en gran medida, ha superado este atraso. Los mismos académicos que por un lado de la boca señalan que la biología no determina el género de una persona, por el otro lado dicen que para ser afrodescendiente hay que ser “visiblemente negro”. Llamémosle a esto, en el mejor de los casos, contradicción, y en el peor, narcisismo.
Ahora resulta que no podemos ser meramente puertorriqueños, sino que debemos identificarnos con puertorriqueños negros, o puertorriqueños blancos, o puertorriqueños indios, o puertorriqueños mestizos, encumbrando así de nuevo esta anacrónica clasificación de los humanos según el color de su piel. Divide y vencerás es la consigna básica de cualquier imperio, y aquí los académicos puertorriqueños del «critical race theory» y sus acólitos, en aras de obtener fondos para combatir el racismo sistémico (que aquí no existe), de viajar a congresos (cuyos temas no les aplican), de hacer congresos fatulos y de cartón subvencionados por entidades estadounidenses (de las que algunos tal vez se estén lucrando), le han hecho el juego a los colonizadores, atomizando a la sociedad puertorriqueña más que nunca, evitando así la unión de ideas y voluntades para combatir no ya un racismo sistémico elucubrado, sino la esclavitud política y económica monda y lironda que significa el colonialismo en Puerto Rico.
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Puntos en acuerdo: en PR no existe el racismo institucionalizado y sistémico. Somos un pueblo marrón, bien mezclado. Si creo que algunas posiciones de algunas/os académicas/os puedan ser importaciones de lo que ocurren en los EU.
Puntos divergentes: ni el patriarcado ni el privilegio blanco son importados. El patriarcado ha existido en la gran mayoría de lis países desde la antigüedad. PR no es la excepción. El privilegio blanco y el patriarcado ha existido y existe en PR. Con solo mirar y rebuscar la historia política del país vemos que la gran mayoría de las personas en puestos públicos y políticos son hombres y son blancos.
Otra divergencia: la biología no determina el género. El género como la raza son construcciones sociales. La biología no lo es. Raza no tiene base biológica ni tampoco el género. El cerebro de una persona blanca saludable es idéntico al de una persona negra, o de cualquier otra etnicidad. El patriarcado crea las diferencias de roles por género no vienen determinadas por la biología.
La “CRT” ha sido clave y vital para entender cómo el racismo en EU le ha dado forma a la política pública estadounidense para institucionalizar y sistematizar la discriminación en el sistema legal y jurídico, sistema educativo, sistema de salud, vivienda, transportación, organización social, lenguaje, en fin no habido renglón de la sociedad civil estadounidense que no haya sido tocado. La “CRT” ha hecho más bien que mal.
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