Por Reynaldo Morales

Bueno, el presidente Trump efectuó el anunció y celebró la llegada de sus anheladas
tarifas recíprocas para devolverle a Estados Unidos su edad dorada. Eso trae un rabo
largo de consecuencias. A las primeras horas del siguiente día se desploman las
bolsas de los más importantes mercados. Se llenan los medios de artículos con
pronósticos de respuestas simétricas por los afectados además de mucho análisis de
impactos positivos y negativos. No seremos silentes desde esta columna y vamos a
tratar de explicar esta aventura del imperio en picada.
No fue un anuncio solo para los estadounidenses sino para todo el globo. Se presentó
con las tablas como un Moisés ante las cámaras de televisión y anunció la liberación.
Las tablas tenían dos columnas donde aparecen la mayoría de los países dónde la
primera refleja, en fondo azul, las tarifas que ese país le impone a los Estados Unidos y
la siguiente expone la nueva tarifa impuesta a ese país que representa la mitad de la
que le imponen a Estados Unidos. A muchos solo se le impone una tarifa básica de
10% solamente.
Usted y yo desconocemos de tales prácticas a pesar de que el señor Trump hizo
campaña denunciando ese maltrato y que él le iba poner fin y devolverle la riqueza y la
industrialización a Estados Unidos. Todo en respuesta a esa masa de estadounidenses
que clamaba por empleos y en la xenofobia inducida exigen la expulsión de todo
migrante (de los países pobres claro está) disque ilegal. Su Secretario del Tesoro Scott
Bessent (un ex empleado de Soros), advirtió a los países afectados que se chuparan
esa en lo que le mondan la otra. Y tuvo el cinismo de pedirles que no tomarán acciones
en respuesta porque eso llevaría a una escalada. En el barrio le dicen Keko.
Los socios del TMEC (Tratado de México, Estados Unidos y Canadá) no fueron
exentos. Maltrató a los canadienses y los amenazó con anexarlos. A México no le
ofreció la estadidad, pero le hizo la amenaza de invasión y, como a Canadá, le
impondrán tarifas. La verdad es que la amenaza de tarifas se quedó como Kiko con un
“si lo hago”. La presidenta de México, que estudió en Estados Unidos, conoce bien la
realidad de ambos países, le envió a su ministro de relaciones exteriores Marcelo
Ebrad quien le comunicó a Washington los argumentos de peso de Sheinbaum de
manera muy persuasiva. Les recordó que no era conveniente dejar sin empleo a tantos
mexicanos al sur de su frontera y eso bastó para recoger velas en el asunto hasta
nuevo aviso.
Examinando un artículo muy interesante de Ben Norton, en Geopolitical Economy
website de 04/04/2025, vemos de donde se sacaron las supuestas tarifas que esos
países le imponen a Estados Unidos. Todo un invento grosero disfrazado de cálculo
científico. Resulta que no tardaron en reconocer de qué se trataba. Ellos tomaron el
déficit comercial de Estados Unidos con ese país y lo dividieron por las exportaciones
del país a Estados Unidos, valga la redundancia. El secretario de prensa de
Casablanca protestó la banalización que se publicó en X por el periodista financiero
James Surowiecki y la fórmula que la Oficina de Comercio presentó como una ecuación
adornada con símbolos griegos resulta ser exactamente lo que periodista señaló
(exportaciones – importaciones) / (0.5 x importaciones). Toda una agresión e
imposición unilateral a los demás países del globo por utilizar el dólar como moneda de
intercambio.
Es muy cierto lo que Ben Norton sostiene en This is why Trump’s tariffs will fail, while
backfiring hard on the US economy, Geopolitical Economy Report. Sí la balanza de
importaciones de Estados Unidos refleja que compra más de lo que vende, entonces
debe aumentar sus exportaciones. Pero no las produce y peor aún, si la lógica de las
tarifas funciona para reducir las importaciones en una dirección, también lo puede
hacer en la opuesta.
Es en la opinión de muchos que estas tarifas son una jugada muy mal pensada y el
editorial del Wall Street Journal la tildó de ser la “guerra comercial más tonta de la
historia”. Según los objetivos expresados por el presidente Trump, él quiere disminuir el
déficit comercial con el resto del mundo, reindustrializar a los Estados Unidos,
reformular el sistema financiero para que le sirva mejor a sus intereses mediante
acuerdo con otros países y usar las tarifas para levantar las contribuciones al gobierno
sin tocar a los super ricos y las grandes corporaciones que disfrutan de exenciones
contributivas.
Por cierto, si hubiese quitado esas exenciones al sector más rico no tendría el lio que
tiene ahora en sus manos. Pero yo no creo que sea tan tonto como para no saberlo.
¿Cuál es el propósito final en verdad? Pienso que quieren empujar a una recesión de
corta duración para obligar a la Reserva federal a reducir las tasas de interés por
debajo del 2% para impulsar el financiamiento y revitalizar el sector de bienes y
raíces. Darle un espaldarazo a la construcción. Parece una mezquindad que favorece
sus intereses privados, pero hace sentido. Además, las exenciones contributivas tenían
como objetivo lograr una mayor inversión para crear más empleos y mayor producción.
Sin embargo, utilizaron ese capital exento para comprar sus propias acciones en la
bolsa y así inflar el valor de sus empresas por lo que no se tradujo en más producción
ni más empleos.
Si el efecto de las tarifas es encarecer las importaciones entonces el precio de esos
productos aumentará según la tarifa. Y si vemos que las tarifas a China y los países del
sudeste asiático y el Pacífico son las más altas y que son de donde provienen la
mayoría de los productos de consumo, entonces la mayoría de esos productos
aumentarán de precio. No quedarán sin afectarse los artículos de consumo que vienen
de Europa, que son más bien los que le gustan a la clase media alta y rica. Los vinos,
los “coches europeos” y demás golosinas que endulzan el paladar exquisito de algunos
de nuestros consumidores locales más exigentes que tendrán que hacer un reajuste a
pitorro y bacalaíto en chinchorro. Por cierto, Puerto Rico está lleno de “food trucks” (ya
no le dicen guaguita) que tendrán su bonanza en medio de esta crisis. Le va a ir muy
mal a los “fast foods” que no se atemperen a los tiempos de escasez porque llegaron
las vacas flacas.
Deben, o pueden, ocurrir dos cosas, una es que se importe menos y la otra es que los
fabricantes busquen otros mercados que le puedan dar mayor oportunidad de competir
y compensen las pérdidas de ventas en Estados Unidos. No buscarán trasladar a
Estados Unidos sus fábricas porque en el mundo hay 8 billones de personas y en
Estados Unidos solo hay 380 millones. Sí, ellos tienen más ingresos, pero ya no se van
a vender tanto como antes de las tarifas. Además, conociendo la experiencia de las
sanciones arbitrarias, las incautaciones y chantajes ilegales unilaterales del gobierno
federal pocos se atreverán a dar ese paso y arriesgar perder sus empresas y capitales.
Por otra parte, el periódico Global Times de China en su editorial tacho de fantasiosa la
política estadounidense de aumentar las contribuciones mediante tarifas a las
importaciones. No es realista la predicción de que recaudará 6 trillones en 10 años.
Además, un trillón gastan por año en la defensa y otro lo tienen que pagar de intereses
a la deuda. Será sumamente peligroso para una sociedad de consumo encarecer su
mercado cuando no es posible sustituir todos esos productos a corto y mediano plazo.
Si toman nota de que el 70% de su PIB es esta relacionado al gasto en consumo
personal verán que se torna frágil su economía. Más aún, lastiman la confianza en su
mercado y los socios de negocios mirarán hacia los mercados emergentes con mayor
insistencia. De hecho, China viene disminuyendo los negocios con Estados Unidos
desde el 2017 porque no era secreto para ellos la animosidad manifiesta de los
políticos estadounidenses.
¿Qué sucederá aquí en la nación puertorriqueña y en Estados Unidos? Muchos
consumidores verán que las compras en TEMU, SHEIN y hasta Amazon se verán
afectadas en los precios y en la disponibilidad de la mercancía por los altos costos
tarifarios. Ese método de adquirir productos por internet puede desaparecer del menú
de muchos. En la isla a duras penas se llega a la mitad del ingreso promedio de
Estados Unidos y el costo de vida ya es superior al de muchas grandes ciudades de
esa nación. La industrialización para sustituir productos no ocurrirá de la noche a la
mañana y si sumamos los costos de transporte por la ley Jones más los arbitrios,
tendremos más escasez de productos y menos ventas. En Puerto Rico también la
economía depende grandemente del consumo personal y eso traerá una recesión con
mucho desempleo y graves problemas sociales. Añade que tenemos un gobierno de
rodillas ante una Junta que no cede ante nada para saciar la sed de los acreedores.
¿Qué hacer? Es hora de exigir la independencia.
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