Por Reynaldo Morales

Me permito hacer este breve relato porque yo sé que no cualifica para una brevísima
historia. Recientemente estuve escuchando los diálogos entre el Profesor Richard Wolff
y el economista financiero e historiador de economía Michael Hudson y pude entender
mejor cómo opera el estado neoliberal o al menos el papel que juegan los déficits
presupuestarios dentro de esos esquemas financieros de explotación capitalista. Lo
que sigue es mi recuerdo de sus explicaciones sobre el asunto y otras fuentes que
acostumbro a seguir sobre estos temas. No pretendo ser exhaustivo, pero sí darles una
noción de cómo evoluciona la economía y así usted pueda entender mejor cómo
funciona la que nos rodea.
El neoliberalismo se desprende del liberalismo como una alternativa al modelo
keynesiano (en referencia al economista inglés John Maynard Keynes) y que impulsa
una visión del gobierno como entidad austera y de una función pública limitada a lo
estrictamente necesario. Se acusa al gobierno amplió keynesiano de usurpar funciones
que muy bien puede realizar el sector privado de forma eficiente. Según la visión
neoliberal, las funciones extendidas de lo público hacen del gobierno uno muy costoso
e ineficiente. Monopoliza servicios que son propios del sector privado. Genera
obligaciones de impuestos que obligan al contribuyente a pagar altas tasas de
impuestos. Manejan grandes sumas de dinero y dan lugar a la corrupción porque es
manejado por políticos ambiciosos. Todo con una fuerte propaganda de que el político
es malo en sí mismo.
El gobierno amplió de muchas funciones que provee servicios de necesidades básicas
para la sociedad fue muy útil para el desarrollo industrial. Se necesitaba que las
industrias fuesen competitivas en el mercado y adoptaron las sugerencias del
marxismo para favorecer ese desarrollo dándole al obrero los servicios públicos
indispensables y así subsistir con bajos salarios. De este modo las industrias podían
llevar al mercado a precios competitivos sus mercancías. Visto así lo que restaba era la
socialización de las ganancias y la democratización del poder gerencial de los centros
de trabajo para evolucionar hacia un estado socialista.
Esa paso a ser la concepción del capitalismo que tenían los economistas clásicos;
Adam Smith, John Stuart Mill, David Ricardo y el último de los clásicos, Carlos Marx.
Todos ellos vieron en ese nuevo modelo económico la alternativa al modelo “feudal” de
acaparar las tierras, las minas, la banca y el poder que fue eminentemente rentista, es
decir, la riquezas provenían de rentas sobre el trabajo humano, las tierras, las minas y
los intereses sobre las deudas. El mercado era cautivo de los rentistas y había que
liberarlo.
El endeudamiento y el esclavismo como armas de explotación caracterizaron la era
anterior al capitalismo. La producción de mercancías era mayormente de talleres
artesanales. Ya desde la muerte de Julio Cesar las deudas dejaron de ser condonadas.
En el pasado fue el palacio del Rey y el templo quienes fueron los encargados de forjar
y circular monedas mediante préstamos, de modo que eran los titulares de las deudas
por excelencia y ya desde los sumerios se ha documentado que existía la práctica de
condonación de deudas periódicamente para darle de nuevo impulso a la economía. Ya
se sabía que la curva de la deuda crecía exponencialmente y la de la economía
oscilaba en el alzas y bajas, gracias las tempestades, plagas, sequías y los habituales
saqueos hasta el presente. Pero una vez muere César la posibilidad de acceder a la
tenencia de tierras por la plebe desapareció y dio lugar a la clase proletaria, los que
tenían por única fuente de riqueza a sus hijos que luego pasaron en Europa a ser los
siervos del Señor feudal.
Durante el siglo diecinueve la clase rentista vio amenazada su existencia por la
revolución industrial burguesa y pronto empezaron a buscar alternativas, especialmente
los banqueros que ya comenzaban a dar indicios de querer tener un mecanismo de
poder. Habían logrado en Inglaterra que la banca privada fuese la encargada de
imprimir la moneda. Buscaron borrar, con el llamado modelo neoclásico, la importante
diferencia entre ingresos devengados e ingresos no devengados. Era necesario ir
eliminando el estigma que los clásicos les habían endilgado para señalar la carga que
los rentistas monopolistas y usureros le imponían al estado burgués. Con esa
diferenciación se había logrado restar poder a la fuerza de ese sector rentista
parasitario mediante impuestos y leyes antimonopolios. No es menos cierto que al
nuevo sector obrero también se le impuso un régimen de explotación nefasto y no
obtuvo atenciones de parte del régimen burgués que no fuesen aquellas que le
convenian a ese sector.
Se fue disolviendo el régimen esclavista, pero persiste el colonialismo. El hombre
endeudado con el hacendado continuó hasta que las constituciones empezaron a
rechazar las obligaciones de pago con trabajo forzado. El liberalismo se popularizó
porque le servía al estado naciente burgués y atrajo al asalariado liberado del
terrateniente para llegar a los centros de trabajo fabril. Las llamadas libertades eran en
esencia para beneficiar la clase burguesa mediante postulados que hablaban de
libertades individuales que más tarde se llamaron derechos humanos, aunque no son
exactamente los mismos, pero disminuían el poder de los rentistas, y que más tarde
llegaron a los pueblos dominados por los viejos imperios europeos. A Estados Unidos
le convenía desmontar el poder colonial del viejo mundo y con las Naciones Unidas logró
disminuir ese poder colonial europeo.
Agotado el liberalismo hacia el final de la primera guerra mundial (que fue entre
poderes imperiales) se volcó la gran depresión de fines de los años veinte y de los treinta. Se regó como la pólvora que el liberalismo había fracasado en darle seguridad,
bienestar y libertad a la sociedad. De ahí las opciones eran las del socialismo o
fascismo como lo plantea el historiador Eric Hobsbawm. En consecuencia, se adoptó
el modelo Keynesiano en Estados Unidos (de corte socialista) y eso marcó un
desarrollo industrial exponencial de Estados Unidos que emerge como la primera
potencia imperial luego de la segunda guerra mundial. Desde entonces se impone
victorioso y dominador ante los viejos imperios europeos que se habían repartido el
mundo en la famosa conferencia de Berlín en Alemania de Noviembre 15 de 1884 a
Febrero 26 de 1885.
Los rentistas volvieron a la carga con su oferta neoliberal como respuesta al estado
benefactor. Su naturaleza parasitaria junto la política exterior fue madurando una crítica
constante a través de la comunicación de masas y sus centros universitarios
desplegaron su famosa tesis de la fórmula de equilibrio natural de los mercados cuando
operan libres de factores de control de los gobiernos. Esa es la famosa escuela de
Chicago con su economista estrella Milton Friedman. El lugar de esa experimentación,
según la periodista Naomi Klein, fue el cono sur y Chile el principal sujeto de estudio
del modelo impuesto.
Desde entonces se hizo costumbre denigrar a los políticos que por su torpeza y
ambiciones afectaban al mercado, que no se destinaba los suficiente en seguridad y se
malgastaba dinero en programas sociales que no resolvían los problemas de pobreza y
sostenían la holgazanería. A si mismo la emprendieron contra los sindicatos que
afectaban el balance natural de oferta y demanda de salarios y llevaban a las empresas
al fracaso y la bancarrota. Nada en realidad tenía de cierto esa explicación, pero
allanaba el camino del neoliberalismo para presentarse como alternativa cuando llegó
la mal llamada crisis del petróleo (fue una respuesta a la elevación del precio del trigo
controlado por los Estados Unidos) en los años 70 y se aprovechó para salir del patrón
oro de respaldo al dólar desde los acuerdos de Bretton Woods posteriores a la segunda
guerra y que se puede resumir como la capitulación imperial de Inglaterra y su libra
esterlina ante el dólar imperial estadounidense.
Se combinan en los finales de los 70 y principios de los 80 el régimen neoliberal con
dos hechos importantes. El primero, la elección de Margaret Thatcher y el segundo la
elección de Ronald Regan, tanto como primer ministro de Inglaterra y como presidente
Estados Unidos. Serán los paladines del nuevo enfoque se caracterizará por aquella
frase de Thatcher de “no hay otra alternativa” para justificar la reducción del estado
benefactor, la desregulación y las privatizaciones de servicios públicos. Fue la
liberación del crédito y el endeudamiento del estado a través de déficits (gastar más de
lo que se recauda) lo que paradójicamente disminuye el tamaño del gobierno. Se
incorporaron políticas como las de hacer que el sector público operará como una
empresa privada exigiendo productividad, calidad y eficiencia.
El endeudamiento progresivo se hizo esencial al sistema neoliberal. Se expandió el
crédito a partir de los 80. Todos tenían derecho a su tarjeta de crédito (el plástico viene
a sustituir el efectivo) lo que antes era un privilegio de unos pocos. Se produce una
hecatombe de hipotecas de residencias y de compras de todo tipo de vehículos y
artefactos a crédito que hizo necesaria la política de moratoria del pago de deudas,
pero no la condonación. Es descomunal la lista de pagos a crédito del consumidor
promedio hoy día. Por eso llegaron las quiebras para caracterizar esta era post
industrial. Además, el dinero llega a través de los bancos y por eso cada vez tenemos
menos dinero efectivo y más cuentas de banco. Con esa medida la banca tiene un
poder efectivo adicional sobre la sociedad completa. Por eso hay que hacer la banca
pública.
Se declaraba la zozobra permanente de la economía mientras se fugaba hacia los
países de la periferia la inversión en industria y con ella los empleos. No volverá a
crecer el sindicalismo y se perderá el sector industrial declarando la llegada de la mal
llamada “economía post industrial”. Aquí, hacen entrada la fuga de capitales y la
llegada de los paraísos fiscales. Los gobiernos recurren al endeudamiento y aparecen
los déficits tanto en Europa como en Estados Unidos. Cae el muro de Berlín y termina
la guerra fría, pero la amenaza de seguridad no se extingue como excusa y la
necesidad de seguir aumentando el gasto en lo militar está más presente con conflictos
que van desde los Balcanes hasta el Medio Oriente. Es la era de discurso neoliberal
con sus políticos proclamando la defensa de la democracia y de los derechos humanos
que son cosa que nunca han respetado.
Los poderosos pueden llevar dinero a paraísos fiscales que se alegan no pueden ser
rastreados por ese esquema complejo de confidencialidad en la banca. Claro, excepto
los enemigos de Estados Unidos que no pueden esconder ni peso debajo del colchón.
Pero qué exitosos son el narcotráfico, los millonarios de las oligarquías y los dictadores
ricos de países amigos de occidente en esos paraísos. Así pasó de ser considerado
delito de evasión contributiva a un derecho de evitar impuestos. En no pocos países,
los dueños de los bonos de deuda pública están en manos de los que fugaron sus
capitales hacia estos paraísos. Problema resuelto y ahora ese dinero, que no tributó,
aparece de regreso como préstamo al gobierno del país de donde salió sin pagar
obligación para ahora cobrar intereses.
Mientras tanto los gobernantes neoliberales se vuelcan para obtener colaterales para
préstamos mediante impuestos al consumo y aumentar las rentas mediante “juegos de
azar” legalizados. Todo para darle contratos al sector privado de construcción y
servicios mediante contratos jugosos. Por eso los políticos entran al gobierno de la
mano con sus amigos los banqueros junto a sus tecnócratas financieros (economistas,
contables, analistas financieros y naturalmente bufetes de abogados corporativos).
Todo es parte de un plan para arrinconar al hombre común (asalariado y consumidor) y
a los países en desarrollo. Los déficits pueden ser pagados muy sencillamente
imponiendo los impuestos a quienes más tienen que hoy en día tienen demasiado. Esto
parece inverosímil por ser tan sencillo. Pero prefieren mantener los déficits como
excusa para seguir reduciendo el “gasto” y los impuestos a las grandes empresas como
estímulo para crear empleos, así como también eliminando impuestos a las ganancias
de capital.
Por eso Europa anda hoy destruyendo su sector industrial particularmente en
Alemania. Necesitan eliminar el sector obrero organizado y van por las dos bandas; los
endeudan y los amenazan con cierres patronales. Las élites financieras se aterran ante
los estados que no se someten al chantaje del endeudamiento y la privatización. Son
sus enemigos esos gobiernos autocráticos y “populistas”. Se les declara como
“amenazas inusuales y peligrosas a la seguridad” y luego se les sanciona sin recurrir al
Capítulo 7 de la Carta de la ONU. Como si fuera poco se crean los nuevos enemigos de
la seguridad y la democracia, los grupos terroristas creados ya sea por estímulo o
imputación. Hasta son móviles como los celulares y se les arma como al narcotráfico.
Son necesarios para aumentar las inversiones en industrias de armamentos y
curiosamente estos terroristas y narcotraficantes son sus mejores clientes.
No fue casualidad que se llevaran las industrias alemanas a Estados Unidos después
de cerrar la fuente de energía barata de Rusia y destruir los gasoductos. Aceptaron esas
élites financieras y rentistas las propuestas de los neorrealistas straussianos
estadounidenses de extirparse el estado benefactor y el sindicalismo a fuerza de “crisis
presupuestaria”, “crisis de seguridad” (recuerden el jardín y la selva de Josep Borrel) y
la “crisis energética”. Las tres crisis de manufactura por las élites rentistas que a la vez
empujan a las masas al endeudamiento progresivo. Los pequeños productores
agrícolas protestan porque están perdiendo la protección de sus mercados y sus
incentivos gubernamentales. No les importa el desprestigio de su gestión a estos
políticos tecnócratas por actuar contra los intereses de la mayoría porque ellos no
“tenían alternativas” frente a las amenazas de la “jungla de Borrel”.
Todo eso es asociado al efecto globalista como si se tratara de una fatalidad. No es de
extrañar que el discurso del nacionalismo de derecha aparezca como rescatador de las
protecciones de esos mismos estados que provocan las masivas olas de migrantes con
sus intervencionismos y el neocolonialismo en América Latina, Asia y África. Es hacia
estos países ricos (el jardín de Borrel) llegan como si se tratara de una crisis
humanitaria huérfana. El inmigrante se le proyecta como peligroso y el enemigo de los
empleos y el que agota los recursos del estado benefactor. De nuevo, es la excusa
perfecta. Como el hombre socialista común lo ve todo a través del prisma de lucha
clases, piensa que se trata de peleas ajenas entre imperios capitalistas donde todos los
que se enfrentan son malos y hasta defienden los principios del liberalismo como cualquier burgués frente a los países “autocráticos” y hasta hacen suyas las luchas de los neoliberales.
Los rentistas pueden sentirse seguros porque el hombre de “izquierda” no logra
persuadir al asalariado y consumidor promedio que es cada vez menos organizado y
más endeudado. Su capacidad de lucha está muy limitada y los típicas patronales
industriales burguesas están en peligro de extinción en los estados post industriales.
Las élites rentistas han dominado por el momento la escena y la preparan para
entregarla al fascismo crudo sino se acepta su fascismo tibio protector de derechos
inofensivos como los de raza, protección del ambiente, identidades sexuales, el aborto
o el uso, o no, de velos tradicionales por la mujer, equidad salarial y derechos de
minorías étnicas. Todo dentro de su marco profiláctico contra el nuevo crimen; la
“desinformación”. En fin, nada que atente contra el dominio de las élites financieras en
el poder político.
No se puede producir un discurso alternativo si desconoce cómo opera el estado
capitalista neoliberal. Mucho menos en la colonia si solo queremos proyectarnos como
una alternativa contra la corrupción gubernamental. Es menester entender la realidad
política que nos circunda si queremos construir una alternativa a nuestra realidad
colonial. Hoy el mundo se divide entre los BRICS+ y el G7. Se quiere construir una
alternativa real ante el neoliberalismo y su arma más poderosa el dólar.
Es necesaria la independencia de Puerto Rico como mecanismo para enfrentar al
rentismo neoliberal post industrial que hizo nido en la colonia. No se trata de políticos y
administradores buenos contra malos sino de levantar la confianza en la independencia
lo suficiente como para prescindir del pequeño suero de subsistencia de transferencias
del gobierno que son cada vez menos en cantidad y tampoco suficientes para resolver sus
problemas diarios. El que depende de ellas tiene que también trabajar incluso hasta
después de la jubilación para poder tener y mantener una familia, una casa propia o
rentada hasta que la muerte los separe del purgatorio colonial. Hay que desnudar ese
chantaje y afirmar el carácter reivindicador de la independencia para combatir el neoliberalismo y el colonialismo.
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