Por Reynaldo Morales

Recientemente tuve la oportunidad de leer dos noticias relacionadas de la autoría de
Efraín Montalbán y otra de Joan Isabel González, ambos periodistas de El Nuevo Día.
González reacciona al artículo de Montalbán, “Casi la mitad de los puertorriqueños
viven con fragilidad financiera”, 4 de septiembre de 2024. En ese artículo se recoge los
resultados de un estudio realizado por el Centro Para la Nueva Economía y FINRA
(Autoridad para la Reglamentación de la Industria Financiera). El tema central se
resume como “no importa la edad, a prácticamente todos los puertorriqueños, el
ingreso que reciben no les alcanza para vivir, de acuerdo con el estudio “Panorama
general de los factores relacionados con la capacidad financiera de los adultos en
Puerto Rico”. Destaca que “casi la mitad (47%) de los puertorriqueños viven en un
estado de fragilidad financiera” que es un eufemismo para no decir pelao’ o embrollao’
hasta los ojos.
Desde esta columna he venido insistiendo en que el rentismo financiero, que distingue
al neoliberalismo, alimenta una falsa realidad social de opulencia montada en una
burbuja de expansión del crédito. De la misma manera en que se embrolla al
gobierno más allá de sus capacidad de pago, los individuos y las corporaciones
también se ahogan en deudas para subsistir. En más de una ocasión he hecho la lista
de los pagos que casi toda la mal llamada clase media tiene sobre sus espaldas
gracias a la privatización de servicios públicos, el estancamiento del salario y el modelo
de exención contributiva al gran capital privado. El modelo es empobrecedor y
maquillarlo con tarjetas de crédito, porque la última siempre la paga el diablo, es
disfrazar con gafas oscuras al elefante en la sala.
En realidad, como lo apunte recientemente, el único beneficiario es el 1 por ciento de la
sociedad. El resto cree que tiene, o pretende hacer creer, que ya alcanzó su cenit. Ese
mediodía de sol dura muy poco y solo anuncia la tarde como preámbulo a la noche. En
todos los cohortes de edad se reportan gastos por sobre los ingresos que rondan el 40
por ciento. El rentismo solo beneficia al sector financiero, el de seguros y el de bienes y
raíces. ¿Qué tienen en común? Se nutren de rentas y no producen otra cosa que
deudas. Esa realidad empuja a la mayoría a las quiebras, al desempleo, la pérdida de
propiedades (autos, casas, edificios, terrenos, negocios, apartamentos y maquinaria) y
al exilio.
El rentismo exprime la riqueza y destruye la posibilidad de forjar un desarrollo
económico equilibrado. Hoy, en el Puerto Rico colonial, la posibilidad de generar un
sector industrial saludable y de crecimiento real está cada vez más distante. Sin las
herramientas de la soberanía e independencia es ilusorio pensar en soluciones a los
problemas del rentismo producto de este colonialismo.
El rentismo es un modelo parasitario que predica la superioridad del mercado como el
nivelador y solucionador de todos los problemas. Sostiene que el gobierno (que
compite con el sector rentista privado) malgasta los recursos de los contribuyentes, es
torpe, ineficaz y corrupto. Trata de instalar esa narrativa en los medios para restarle
confianza en las instituciones públicas a la mayorías que a su vez son explotadas en el
trabajo y en el consumo a crédito. El rentismo financiero es un problema común al
mundo occidental que ve cómo este aparato fascista financiero se hace del poder y
engaña a las masas con discursos de odio a los países que no se conforman a sus
deseos de explotación rentista. Por eso dividen al mundo entre países autocráticos y
las “democracias liberales de occidente”.
Están acorralados por los problemas que causan sus crisis periódicas que empujan al
endeudamiento de sus gobiernos, además de los enemigos necesarios para afanes
guerreristas que sirven para engordar los bolsillos insaciables de la única industria que
les gusta, la de armamentos.
Hay un mundo en Asia y el Pacífico que crece a pesar de la hostilidad y las
manipulaciones de occidente. Occidente no se derrumba gracias al dólar que sirve de
sostén al gobierno estadounidense. Claro, el uso del dólar y el sistema SWIFT permite
que el dólar sea la moneda que sirve de intercambio comercial entre naciones y es
reserva principal de la mayoría de los países. Es interesante ver como esa ventaja se
autodestruye cuando se utiliza como arma para castigar a otros países. Por eso ya
vienen aumentando las transacciones de intercambio en monedas nacionales en el sur
global.
En Puerto Rico, el dólar será la moneda obligada aun en la independencia porque el rol
que ocupa hace que sea lenta la sustitución. Ni aun cuando se prefiera para alcanzar
un mayor grado de control del mercado interno. Claro, no será un obstáculo para el
crecimiento económico porque la facultad de tomar decisiones en beneficio del país
recaería en nuestras instituciones soberanas y no en la metrópolis.
Pero lo más que llama la atención del estudio son las conclusiones del CNE sobre los
factores que propician esta situación de precariedad. Sostuvo que la falta de grados
académicos de nivel de bachiller afecta al 73 por ciento y que las crisis recientes de
huracanes, temblores y pandemia indujo al endeudamiento y a la falta de ahorros. Se
resisten a ver que no hay posibilidad de desarrollo económico en las colonias y ni
siquiera pueden ver que la quiebra del gobierno fue previo a todos esos eventos. Esa
quiebra era sintomática de todo un país en quiebra personal y los que tienen educación
de bachiller son los que más migran fuera de la colonia y por eso hay menos, sino vea
el caso de los médicos y los ingenieros. Si seguimos educándonos terminamos sin
puertorriqueños.
De nuevo, pueden ver los problemas, pero no las causas. Lo peor es que esa miopía
de los economistas para ver las causas infecta las alternativas políticas que terminan
creyendo que se pueden parchar los rotos del andamiaje colonial con torniquetes para
el despilfarro de fondos y los gastos alegres del gobierno. Así el problema de fondo se
queda sin solucionar. Por eso debemos luchar y exigir la independencia.
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