Se agrieta la historia

Por Reynaldo Morales

“Hay dos formas de conquistar y esclavizar una nación. Una es la espada. La otra es la Deuda“  John Quincy Adams.

Es difícil dividir la historia, no obstante es imprescindible hacerlo para poder estudiarla. Uno de los más famosos historiadores de nuestro tiempo es sin duda el inglés Eric Hobsbawm. Su famosa tetralogía de historia que comprendía desde 1789 al 1991, resulta ser una de las obras más leídas en el mundo. Su particular visión del mundo es producto de su formación marxista y fue miembro del partido comunista de Inglaterra. Su obra es innovadora en su enfoque y muy elitista para muchos de sus críticos. Aun así, su obra es un referente para muchos de los que hoy analizan el curso de la historia.

Empecé a leer su cuarto libro, La Edad de los Extremos, decidí detenerme para leer primero el segundo libro titulado, La Edad del Capital, y el tercer libro, La Edad de los Imperios. A mi juicio era lógico entender su hilo interno por las constantes referencias a su obra anterior. Hobsbawn caracterizó al siglo veinte como el siglo corto y muy sangriento. Tenía la esperanza de que la humanidad lograra acabar los males del etnicismo y el chauvinismo. Quizás no pudo comprender en su totalidad el papel que juega el divisionismo de los dominados como herramienta de los imperios. Nunca antes en la historia ese divisionismo se ha utilizado más como arma de dominio en el mundo que durante los dos últimos siglos. Las típicas cuñas del divisionismo eran la raza y la religión. Hay mecanismos más sofisticados de divisionismo, pero siempre con la misma finalidad, la de dividir y vencer (dominar).

Hoy ha despertado en muchos lugares y pueblos la conciencia de que el modelo neoliberalista está agotado y acabado. Se manifiesta este cambio con la ruptura de lo que parecía ser una modalidad enfermiza de un bipartidismo crónico y caduco. Ese modelo abrevo de las aguas de la postguerra hasta la saciedad gracias a la época llamada Dorada por Hobsbawm. Fue su mejor época de bonanza mientras duró el industrialismo que luego cedió su lugar al parasitismo del capital financiero que desde 1980 en el occidente norteamericano y europeo, mejor conocidos hoy en día como “el norte global”, se hicieron del poder político hegemónico. Se desplazó el capitalismo industrial hacia el sudeste asiático y en parte hacia la América latina, el sur global, allá donde está la mano de obra barata.

Mientras el África y el Asia se convierten en los almacenes de las materias estratégicas; metales, gas, petróleo, carbón y tierras raras. Si, ese era el mapa porque eso le convenía a solo una pequeña elite (1%) que se esmeró a través de sus medios de comunicación de masa de adoctrinar, manipular y entretener a las grandes mayorías. Se insistió hasta el cansancio que todo se debía y se podía alcanzar mientras existiera libre mercado, la democracia y los monopolios en manos privadas. Esto último se ha conseguido deshacer, lo que fue en un comienzo la protección contra el rentismo feudal, y luego pasó de ser herramienta de desarrollo en manos del estado a monopolios en manos privadas. Esta fantasmagórica relación de progreso del primer mundo (sofisma divisionista) con respecto a los pueblos dominados por la dependencia económica se ha ido descosiendo y deshilando de tantas lavadas electorales para darle esa sensación de estar como nuevo al mismo trapo. Ya no les salen las manchas y tampoco le sirve al pueblo que crece en un modelo, que en cada lavada, se encoge y a la vez desmerece.

Ellos llevaron a los pueblos conquistados, aquellos que se repartieron en la conferencia de Berlín, sus ejércitos, sus costumbres, las fronteras, las distintas versiones del cristianismo y sus monedas. Pero eso no es suficiente si no les llevan sus ideas políticas y su versión de la historia. Les enseñan a dividirse y pelearse entre ellos. Claro, les llamaron pueblos en su infancia, pueblos de escasa civilización, de costumbres primitivas, de lenguas que eran dialectos, de aspecto bárbaro o salvajes. Llegaron para civilizarlos, sacarlos de su ignorancia, darles religión y su educación para que llegaran a entender que su situación de dependencia era debido a ellos mismos por ser retrasados, rezagados, lentos, vagos y violentos. Sin el hombre blanco no eran nada. Así como nosotros los puertorriqueños sin los gringos.

Ah los gringos. Llegaron tarde a la primera repartición, pero al terminar la segunda guerra se aseguraron de ponerle cascabel al gato europeo y les quitaron sus colonias con la creación de las Naciones Unidas, pero ellos aseguraron retener las suyas. Además, les agregaron su fórmula para hacer dependientes a las nuevas repúblicas con la ayuda de sus socios menores, los europeos. Para mantener ese lugar preferencial de poder utilizaron la fuerza, el dólar y los bancos de último recurso; el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial. Estos dos últimos son los mecanismos sutiles de dominio mediante deuda para mantener la dependencia y la entrega de sus recursos.

En Puerto Rico (aquí se han usado las dos herramientas; la fuerza y la deuda) se abstuvieron de usar estos dos bancos, pero usaron los domésticos de Wall Street con iguales resultados. Pero al igual que en el resto del mundo, se acaba la paciencia con esas políticas y con sus defensores políticos. En artículos anteriores explique que esa deuda de Puerto Rico es una de carácter odioso (deuda odiosa) porque se hizo con el propósito de apoderarse de los activos del gobierno. Es una práctica que se penaliza cuando se ejerce contra individuos.

Este tipo de préstamos abusivos (predatory lending) típicamente ocurren cuando un (prestamista) ente financiero usa tácticas injustas o engañosas para llevar a un prestatario a tomar un préstamo que tiene términos que benefician al prestamista a expensas del prestatario. Usualmente se hacen con individuos, pero pueden ser gobiernos o instituciones que presentan un historial de crédito defectuoso y bajos ingresos. Además, empujan préstamos de mayor cuantía que la solicitada y también añaden préstamos sobre préstamos con la misma indiferencia por las deudas existentes y empiezan a exigir que se implementen políticas draconianas contra el prestatario. La finalidad o el objetivo de un prestamista abusivo es que el préstamo finalmente no se pague y el deudor incumpla.

Por eso la colonia ya no es alternativa para ningún puertorriqueño. Se le acabó el crédito y es lanzada sin protección a los intereses buitres de esa deuda odiosa. A diferencia de los individuos, a los gobiernos sobreendeudados se les impone una sindicatura especial para que los acreedores se despachen con la cuchara grande. Los buscones de la colonia, el PNP y el PPD se ponen a disposición de esos mercenarios y le empujan la carga de todos esos préstamos tomados al pueblo trabajador sabiendas de la incapacidad de pago del gobierno, incluso luego de prometer que lo iban a poner sobre sus pies en términos financieros. Nada que no sea la independencia puede darle la solución a esta larga agonía colonial. Hay que dejar de ilusionarse con los espejismos de las promesas de grandes transferencias de ayudas federales que van de un bolsillo a otro sin pasar por los bolsillos de las y los puertorriqueños. Ya nos dimos cuenta de que, mientras esos políticos se liman las uñas con cada crisis esperando por quien se va a atragantar con jugosos contratos, las víctimas pueden ayudarse unos a otros a resolver sus problemas antes de que llegue la primera bolsita con las muestras. Por eso los puertorriqueños plantaron sus banderas en sus casas y la pasearon en sus autos. Dejemos atrás la división entre los puertorriqueños. Patria libre, digna y socialista. ¡Viviremos y venceremos!

(En el próximo artículo vamos a discutir la tercera guerra híbrida mundial como secuela de este agotamiento del modelo neoliberal.)


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