
Por Reynaldo Morales
El archipiélago de Puerto Rico languidece bajo este calor tropical sin que los que tienen algún poder lo utilicen en beneficio de los que dicen representar. Hay que hacer un esfuerzo por sacudir el marasmo y la complacencia. Es imperativo que logremos vencer los guardarrayas de las tribus políticas. Después de todo son producto de nuestras febriles mentes colonizadas. No hay gran diferencia existencial; pagamos las mismas tarifas de agua, luz, teléfono, autos, seguros, hipotecas, rentas, alimentos y compartimos las mismas calamidades además de las “contadas alegrías”. Estamos unidos como siameses por los problemas que enfrentamos y distanciados en las soluciones que perseguimos. En fin, la esquizofrenia colonial.
Qué hacer, se pregunta Lenin. La respuesta es la misma hoy y es organizar. Pero no organizar una tribu más sino esfuerzos para una sola solución. Para eso se necesita que los que detentan poder dirijan acciones hacia las soluciones. Eso necesariamente requiere consenso en definir el problema y eso facilita visualizar la solución. Yo sostengo que entender que el coloniaje es nuestro problema común es lo que puede permitirnos ver cuáles son las soluciones. Hay que evitar la distracción que en lo inmediato se tiende como una barrera ante nuestros ojos. Si alzamos un poco la vista veremos que no estamos tan lejos uno del otro. Ese otro que en lo político no alcanzamos a ver y que es nuestro vecino, nuestro compueblano y compatriota. Todos
tienen la misma cualidad, son nuestros amigos y hermanos (disculpen la falta de
neutralidad de género).
Si algo caracteriza el coloniaje es el uso del divisionismo como arma de dominio. Hoy como ayer, esa herramienta unida a la visión de que somos responsables de nuestra situación de dependencia, y así como de las carencias, está mucho más manifiesta. No vemos que exista el dominio y la ocupación por la fuerza porque ya no utilizan el uniforme militar los que ejercen ese poder colonial. Pero fue indispensable que entraran y sentaran las bases de este gobierno los militares. Hoy, herramientas como jueces especiales y Juntas de tecnócratas financieros, cumplen esa función junto aquellos que oportuna y dócilmente cumplen las demás funciones que complementan el aparato de gobierno. A esos poderes coloniales de carácter público se unen los poderes privados del capital local y foráneo, con su poderosa estructura mediática. No hay mucho que se pueda hacer, por ahora, contra este último. Además, el poder público está dividido en tres ramas. De las cuales solo dos son susceptibles de ser sujetas de elección directa.
Nuestra realidad política de la última década está transformándose como la de América Latina y el mundo entero. No solo lo sabemos nosotros sino los lacayos coloniales. Por eso figuras como Mauricio Macri, el expresidente argentino, los opositores a la revolución Bolivariana de Venezuela, y otras garrapatas de los dineros públicos, en migración hacia paraísos fiscales, se detienen aquí para advertir de los peligros que entraña el “populismo y el comunismo”. Ya no hallan que otras etiquetas de peligrosos enemigos imaginarios inventar. Las mayorías de los pueblos saben que el “cuco” no existe. Puerto Rico no es la excepción y ellos ven como se mueve nuestro suelo político y solo esperan que ese temblor no alcance registros sísmicos significativos que puedan derrumbar su poder.
La configuración del escenario político en Puerto Rico está cambiando sus preferencias. Ya no son las mismas. No es producto de la moda o el azar sino de las condiciones materiales objetivas de la colonia. La economía está sumergida en un estancamiento productivo sin redención y en coma por el costo de vida. Todo esto producto de la explotación más vil del capitalismo financiero y rentista de los últimos 40 años. El neoliberalismo no tiene respuestas para sus propias consecuencias negativas, o dicho en términos médicos, sus efectos secundarios. Mal pueden los que defienden la JSF (Junta de Supervisión Fiscal) creer que se pueda recuperar la economía local o, peor aún, creer que sacarán a Puerto Rico del sobreendeudamiento público. Como bien dice el economista Michael Hudson, “las deudas impagables no se pagarán”.
La meta última de quienes endeudaron a Puerto Rico es desmantelar el sector público para que todo ese dinero quede disponible para pagar intereses y rentas. Pueden, y quieren, privatizar hasta los tres poderes públicos. Su campaña es contra todo lo que es público y no queda nada sagrado. Se puede privatizar el ejecutivo con todo y policías, educación, salud y demás servicios. Si eso es posible, entonces el legislativo y las reglamentaciones se les deja por completo a tecnócratas de la banca y si no fíjense en lo que hacen los seguros médicos con la salud dictando que puedes y que no puedes recetar. Vean lo que hacen las plataformas de internet con el derecho de libertad de expresión. Para que se necesitan jueces si se puede comprar un árbitro. De hecho, ya existen cursos para arbitraje, o como glamorosamente se le llama, “procesos de mediación”. Pero como bien lo dejará claro la presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner, en abril pasado en la apertura de la conferencia parlamentaria euro-latinoamericana, donde afirmó, entre otras cosas, que “quien hoy niega la importancia del Estado es un necio o un cínico”. Inmediatamente añadió que había dos, y digo yo, en posiciones de poder.
Pero la imposibilidad de encontrar soluciones pasa por convencernos de que debemos ejercer poder de estado para superarla. Debemos entretener, aunque no esté completamente convencido, la idea de que bajo la independencia somos capaces de solucionar este problema que destranca las soluciones para todos los demás problemas. Sobran razones y hasta hace falta la misma fe que hemos puesto en lo que no funciona. Entonces, solo con anunciarlo, como legisladores electos que debieran darse cuenta de que tienen un poder importante porque representan a todos los sectores, verían como llueven las llamadas y las consultas y hasta les harían concesiones graciosas la misma JSF para que “piensen bien lo que van a hacer”. Eso que pueden hacer, para que vean cuánto poder tienen, es endosar una resolución para proclamar la independencia de Puerto Rico.
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