
Por Reynaldo Morales
El título de este artículo es de carácter irónico, pero es que me resulta más descriptivo y dinámico usar la palabra desorden para darles mi visión del mundo.
A partir del conflicto de Ucrania se proyecta una gran falla geopolítica que apunta una gran división de ejes políticos y económicos con sus respectivas racionalizaciones. Aquí debo recordarles que el 21 de marzo del corriente el presidente de Estados Unidos Joe Biden en su discurso ante la mesa redonda de los jefes Ejecutivos (CEOs en inglés) de las más grandes empresas norteamericanas les dijo al final del discurso que “habrá un nuevo orden allá afuera y nosotros tenemos que dirigirlo.” De modo que si la primera potencia económica y militar está procurando crear un nuevo orden debe ser porque este ya no es conveniente.
Por eso, las medidas que se toman como castigo a Rusia y sus aliados llevan a Europa, Japón y Australia a cercenar sus negocios con Rusia. Si se toma como preámbulo las graves interrupciones que provocó la pandemia y las unimos a estos eventos veremos que todo apunta a un seppuku de los globalistas mediante un hará kiri de sanciones contra Rusia. No les conviene ya el globalismo porque China es el gran ganador. Así que frente al Cinturón y la Ruta (Belt and Road) surge la polémica propuesta de establecer una línea de confrontación entre los países democráticos contra los llamados autocráticos. De ahí que se mueva mar y tierra para aglutinar detrás de cada sector el mayor número de países posibles.
La mejor respuesta que tenemos frente a estos intentos de ambos bandos es presentar una alternativa de bloques regionales que permita irrumpir en el tablero mundial. Sí, un sólido bloque de los que en el pasado hemos estado mirando desde las gradas el juego político mundial. Me refiero a que el África y la América Latina deben configurar respuestas desde una Confederación bien estructurada que le de fuerza de negociación en medio de esta gran crisis provocada deliberadamente para forzar a los países pequeños y medianos, en vías de desarrollo a ser peones de sus intereses políticos y económicos.
Debemos lograr la suma de fuerza de ambos continentes que obligue a dar espacio permanente y con iguales privilegios a los excluidos de ese club del Comité de Seguridad de las Naciones Unidas. Hay que estar claros, como nuevos bloques debemos reconocer la tragedia vivida como colonias y neocolonias de los viejos imperios europeos y norteamericano. Pero por eso no conviene lanzarse en los brazos del eje China-Rusia sin dejarles ver cuáles son los intereses perseguimos en común y si ellos respaldan la incorporación de estos bloques alternativos para que se levanten de las posiciones de debilidad como naciones pequeñas. Para dejar de ser frágiles económica y políticamente debemos presentarnos con una voz fuerte respaldada si posible por una misma moneda y hasta un solo ejército. Una gran geografía y junto a una gran demografía despeja las dudas sobre la importancia que esa unidad implica.
Escapar a la dependencia y a la desigualdad debe ser de la mayor importancia para el liderazgo político de nuestros países. La unión latinoamericana y africana necesitan reconocerse como fichas importantes, pero más aún, les debe interesar entrar al juego. Ya están las voces de líderes que comprenden esta necesidad y siguen de cerca estas luchas y empiezan a reclamar estos espacios de intereses en que debemos participar como un solo bloque de interés donde uno reconoce a todos sus miembros como parte indispensable. De ahí que el gesto del presidente mexicano Andrés López Obrador ante la invitación a la cumbre latinoamericana sea tan importante como ejemplo de lo que juntos podemos conseguir.
Latinoamérica y África conforman dos bloques formidables cuya cooperación y unión serían decisiva en las relaciones futuras frente a los viejos imperios. Cuando el primer presidente electo de Haití, Jean Bertrand Aristide reclamó a Francia que devolviera los dineros, que obligó injustamente a esa colonia liberada a pagar, pero esta se pudo burlar porque tenía el respaldo de los Estados Unidos. Otro sería el cantar si esos dos nuevos bloques le exigen que lo haga. A renglón seguido los demás devuelven lo robado en sus mal llamadas conquistas sin tener que pedírselo y no volveríamos a escuchar eso de que somos el área de influencia de tal o cual potencia.
Se debe renunciar a las pequeñas instituciones políticas nacionales para desarrollar estructuras supranacionales que aumenten el caudal de cada país y cada región. Es inútil presentar monedas nacionales frente a monedas globales. No pueden abrirse al intercambio pequeñas economías frente a grandes capitales. Es de vital importancia concebir cuán grande son los recursos que poseemos en común para presentar ofertas que protejan de las desventajas surgidas por ser pequeños contra grandes y eso empieza por tener una moneda común desarrollada por una banca de bloque que pueda financiar el desarrollo de infraestructura y tecnología. Que podamos transformar nuestros recursos en mercancías y forjar capitales dentro del bloque.
Hay que acabar con las diferencias espurias de unos contra otros que a quien único beneficia es a los grandes bloques económicos de los viejos imperios. Dejar atrás esta distopía tercermundista de pequeñas parcelas. Mirar de cerca el ejemplo de cómo pueden ellos acercarse por encima de sus particulares intereses para responder a los llamados de unidad de Estados Unidos para agredir a Rusia con el fin de destruirlo económicamente. Claro, esta vez se trata de un hueso duro de roer y muchos de los ataques rebotan en su contra ante la fortaleza de Rusia y sus aliados.
Latinoamérica y el África deben responder como el Asia para evitar las consecuencias de esta confrontación que tiene repercusiones en todas las direcciones. La escasez, el hambre y la miseria se asoman con más fuerza y sin respuestas sólidas para la mutua protección frente a este flagelo resulta deshonroso. Por eso continuaremos viendo cómo unos pocos ceban sus arcas de riquezas a expensas de nuestra falta de visión y convicción. Escapemos al desorden y al caos. Forjemos la Patria Grande latinoamericana y la gran Unión Africana en defensa de los pueblos oprimidos. ¡Que viva la unidad latinoamericana y africana!
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Bueno, se le cayó el prefijo «des» al título camino a Damasco. No creo que eso vaya a levantar un revuelo entre mis legiones de lectores. De todas maneras, el título del contrato no hace al contrato ni por él se puede juzgar al libro.
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