Por Reynaldo Morales

El título de este artículo apunta a una idea que parece muy lógica porque no tiene una contradicción. Si no se puede pagar una deuda entonces no se va a pagar. Es una tautología (lógica circular) que no requiere mucha explicación. Ofende a quien es dueño de un crédito y alegra a quien lo adeuda. No estoy invitando a no pagar sino remitiéndome a una situación donde hay un límite que no se puede traspasar. He venido estudiando este asunto en varios foros que sigo en las redes y veo que el interés por el tema crece cada vez más por su vigencia en la realidad de muchas personas y países enteros agobiados por este problema. Más aún, la deuda está ligada al hombre desde el principio de la historia. De hecho, el catecismo que me dieron de niño tenía un Padre Nuestro que decía “y perdona nuestras deudas así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Esa expresión fue cambiada por la Iglesia Católica por la versión que habla de “nuestras ofensas”.
Nosotros los puertorriqueños algunas veces adolecemos de una visión más amplia de la realidad política y económica del mundo y sus distintas regiones. No digo también social, aunque existen categorías que permanecen no conocidas gracias los filtros de los medios de comunicación corporativos. Llevados a pensar que la naturaleza de nuestros problemas no contiene elementos comunes con las de otros miembros de la sociedad y la de otros países es lo que aún nos mantiene como colonia, o sea, bajo el tutelaje de otro como si fuéramos discapacitados mentales y físicos. Lo peor es que se hace, y se justifica, porque “es por nuestro propio bien” y muchos quedan convencidos porque hasta los interlocutores de esta mentira se la creen. Hoy en día se abren caminos y medios a otra información y a la realidad que viven otros mundos y surgen las dudas y la desconfianza hacia esos que intentan explicar al mundo según su cristal como si los demás no tuviesen otras ventanas y otros cristales. Por eso la desconfianza aumenta.
No hay más que ver el panorama de las dos últimas elecciones para corroborar el hecho de la desconfianza con los dos partidos principales. Pero volviendo al punto inicial, el endeudamiento tanto privado como público es un problema que rebasa nuestras fronteras y que solo se intenta explicar como un fenómeno natural e individual. ¿Cabe preguntarse porque las sociedades se endeudan tanto? Ya se había conocido este problema desde que aparecieron las primeras ciudades estado según el antropólogo David Graeber y el economista Michael Hudson. Curiosamente, señala Hudson que ya los Asirios y Babilonios conocían de este problema del sobreendeudamiento y conocían las causas. Además, tenían la solución para el problema, las condonaciones periódicas. Aunque no me quiero meter en una discusión de cual fue primero, si el huevo o la gallina, según Hudson el crédito (el fiar) fue primero que el trueque contrario a lo que sugieren todos los libros de texto en economía básica. De la necesidad de esperar por los frutos de la agricultura y la ganadería surge la facilitación de crédito y de ahí el dinero en moneda para facilitar el crédito según sugieren los hallazgos arqueológicos. En tanto las deudas por créditos fueran por cuenta del templo o el Palacio del rey, estás se solían cancelar durante periodos donde por causas naturales se agrupaban las deudas debido a inundaciones, sequías, plagas o saqueos por invasores. El propósito era evitar el empobrecimiento o la servidumbre involuntaria, o peor aún, las migraciones para huir de los cobradores y, por consiguiente, el consabido debilitamiento del estado. Por eso se promovían estos jubileos o condonaciones periódicas de las deudas y así revitalizar la economía.
¿Por qué hoy en día no se condonan las deudas con el estado o con entes privados? Es que desde que mataron a Julio Cesar por sugerir condonar unas deudas no se ha vuelto hablar del tema hasta nuestros días. El Derecho Romano sepulto esas prácticas y elevó el pago a su carácter sacrosanto e imperial. Eso nos llevó a creer, por voz los defensores de los banqueros, que el pago de las deudas es como el correo que ni la lluvia, ni la nieve ni el granizo lo pueden detener. De ahí que se estigmatizara al que no puede pagar con nombres tan familiares como el de mala-paga, embrollón, moroso charlatán, Juan Pescao’, etcétera. La historia nos recuerda como el endeudamiento fue un carimbo para el hombre común, o sea, el trabajador.
No fue hasta hace muy poco en la historia que se reconoció que la servidumbre involuntaria era un flagelo tan oprobioso como la esclavitud y se elevó a nivel constitucional la prohibición. La servidumbre involuntaria es tan antigua como la historia y se llegaba a ella por deudas contraídas usualmente con el estado o los patronos o mercaderes o usureros. Normalmente en la antigüedad existía la tenencia de tierras para cultivo o ganadería y era algo común que le fuera concedido por el palacio del Rey dicha tenencia. Con el tiempo, otros la adquirieron como heredad y se pasó a permitir su utilización como medio de pago a sus acreedores. Con los romanos se terminó por ni siquiera tener un pedazo de terreno para trabajar y surgió la clase proletaria, o sea, los que únicamente tenían hijos como riqueza. Lamentablemente con ellos también se pagaban las deudas. A los cristianos su fe les prohibía codiciar la mujer del prójimo precisamente para que no se exigiera como pago de las deudas.
Así que las deudas no se deben pagar ni con el despojo ni con la cárcel. Con la cárcel ya no se estila en casi ningún lugar y la carta de los derechos humanos en su artículo 12 nos dice que todo ser humano tiene derecho a un domicilio libre de injerencias arbitrarias y eso se debe corresponder con el artículo 17 que reconoce el derecho de todo individuo a la propiedad individual o colectiva y a no ser privado de ella arbitrariamente. Por extensión, no se debiera permitir que nadie pierda su morada por deudas y que ningún país se le reduzca a la pobreza porque sus gobernantes, coludidos con prestamistas usureros de la banca privada internacional, quieran obligar a sus pueblos a pagar estas deudas oprobiosas con los bienes y servicios del estado. Si las deudas individuales tienen su historia de oprobio también las tienen los países colonizados o neocoloniales. Por eso como remedio resalta el exigir la condonación de deudas por razón de ser odiosas.
Recientemente leí un artículo por el profesor Atilio Borón sobre la deuda de Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la revista Rebelión, titulado “La “misión” del FMI” 07/02/2022. En el artículo del reconocido profesor argentino, describe como se produjo el endeudamiento de la Argentina con el FMI de forma contraria a las normas del propio Banco y en violación del derecho argentino también. Destaca como es que se trata de forma diferente a países llamados desarrollados a como se trata los países del bloque Sur. En su artículo se hace un importante análisis del caso argentino, que no podemos reproducir en su totalidad, pero resaltamos la importancia que tiene para muchos el carácter de ilegítimo de esa deuda nacional. Nos habla sobre la doctrina de derecho internacional sobre la deuda odiosa y cuyos requisitos fueron esbozados en la opinión del Juez William H. Taft en un laudo arbitral entre Costa Rica y el Reino Unido, y que Atilio resume magistralmente de la siguiente manera; “En dicho laudo quedó establecido que una deuda contraída: (a) sin el consentimiento expreso de la ciudadanía a través de sus instituciones representativas, especialmente el Congreso; (b) que no produjo beneficios en las condiciones de vida de la población y que favoreció principalmente al gobernante de turno y, (c) que fue otorgada pese a que el prestamista conocía las dos irregularidades precedentes es una deuda cuyo pago es inexigible porque las condiciones bajo las cuales se contrajo violan los derechos humanos, civiles, democráticos y sociales de las poblaciones sometidas al endeudamiento.” En sus notas nos sugiere que veamos en las redes la página de CADTM, el “Comité para la abolición de las deudas ilegítimas”, porque aporta numerosísimos antecedentes con relación a este tema.

Hoy en día existe una conciencia de que hay deudas impagables, no solo porque no se pueden pagar, sino porque su origen es contrario a la moral o al derecho. Existen también aquellas que son odiosas al proceder de actos ilegítimos contra los habitantes de un pueblo. En especial por ser de naturaleza depredadora de los bienes de una nación y a costa del empobrecimiento de quien no se beneficia. Se trata de una situación de carácter fraudulento que se detiene solo con la declaración de dicha deuda como odiosa.
Existen leyes de la banca que prohíben prácticas depredadoras en la concesión préstamos. El profesor de derecho William Black recientemente estuvo resumiendo y actualizando la tesis de su libro titulado “ The Best to way to rob a Bank is to own one”, en una entrevista de 9 episodios con el afamado periodista Paul Jay, que pueden ver en YouTube, y que les puede dar una idea lo vago que es el Comisionado de entidades Financieras del gobierno de la colonia.
En Puerto Rico se dan las condiciones esenciales para la aplicación de esta doctrina. Claro está, ella solo se puede invocar desde la independencia, como país intervenido por una potencia extranjera que le impuso condiciones desventajosas y lo condujo al endeudamiento para beneficio exclusivo de su capital financiero. Pretender que mediante una auditoria forense se puede solucionar este asunto es poco menos que fantasioso, es impráctico e inútil aun cuando el resultado sea el de acusar o multar a cualquier corrupto. Desde ahora les anticipo que no van a dejar de pagar porque aparezca un culpable a menos que ese culpable sea el acreedor que siempre supo de la insolvencia del deudor y en este caso es el gobierno colonial de Puerto Rico. Por eso no se puede creer en las celebraciones de los partidos coloniales en la confección del plan de ajuste aprobado. No voy a entrar a discutir las mentiras sobre cómo es que se obtuvo un 80 por ciento de rebaja y de cómo este plan va a servir de estímulo para el desarrollo económico. Baste con pensar que si solo queda un 20 por ciento entonces como es que el pago es casi del doble de aquel que no podíamos dar. Todavía faltan dos entidades donde se tiene que fijar cual es el plan de ajuste y de cuál será el pago para añadir más calamidad.
A Puerto Rico lo llevaron a endeudarse en contravención a lo que estipula la Constitución colonial y que debe servir de prueba de lo poco respetable que resulta como ley suprema cuando un Secretario de Estado la enmienda mediante opinión consultiva. Todavía nadie la ha llevado al Supremito local y todos saben que hay jueces y tribunales federales que les importa un bledo lo que ellos piensen. Por eso puede tener razón el Lcdo. Carlos Diaz Olivo cuando dice que en el 2024 en Puerto Rico puede suceder lo mismo que en Chile. Aquí también les pasaremos el rolo a los colonialistas y yo añado que debemos llevar la consigna de una Constituyente para proclamar nuestra independencia. Al carajo con la idea de administrar colonias.
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