Por Elías Castro
La lucha por la liberación nacional de Puerto Rico, para sacudirse del yugo del régimen
colonial impuesto por EEUU, ha tenido altas y bajas. No ha sido fácil, como tampoco lo ha sido en otras partes del mundo. Por eso la gran mayoría de esas luchas han terminado en derrotas y en la inmolación de los mejores hijos e hijas de esos pueblos en lucha. Puerto Rico no ha quedado excluido de esa regla, que parecería una fatalidad histórica. Por eso nuestra historia esta abonada de sangre, dolor, rabia y frustración, donde siempre la mejor parte la ha tenido la metrópolis colonizadora, y la peor, los colonizados y condenados de la tierra.
Pero esa lucha desigual también es fragua para los mejores hijos e hijas de ese pueblo. En esa fragua Avelino se convirtió en Tino. Hijo de una familia numerosa, pobre y trabajadora que gira alrededor de una mujer puertorriqueña extraordinaria, llamada Cristina. Nada diferente a otras familias puertorriqueñas que, todos los días, trabajan y luchan por sobrevivir a la mogolla del régimen colonial.
Avelino se convirtió en Tino, el revolucionario, el que junto a un puñado de compañeros y compañeras puso su grano de arena, su piedra, para que este pueblo no sucumba en ese camino largo que es su liberación nacional. Antes fueron otros, conocidos o anónimos, los que sacaron la cara por este pueblo en ese largo caminar, sin pedir nada a cambio. Solo cumplió con su deber como un buen soldado de esta patria sometida al coloniaje por tantos años.
!Así lo recordaremos!
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